Hay un sentir de nostalgia en este espectáculo, un anhelo de acariciar el aroma de la infancia, de trazar un puente que nos lleve a nuestra tierra, de reconocernos a través de sus tradiciones y  encontrar allí tierra fértil para construir nuestros propios rituales. Pero también hay un intento desesperado de la humanidad por hacer frente a la devastación global y al crecimiento descontrolado, así como a nuestra codicia individual y la búsqueda de la comodidad personal.

Río al Cielo es un ritual para sanar heridas, recuperar la confianza, retomar el diálogo, abrirnos a ideas y formas de actuar diferente, tomar tiempo, tener tiempo, aceptar el fracaso, la derrota, las muertes, el miedo, reconocer que seguimos vivos y que eso trae acarreado consigo esperanza. Esa es una gran paradoja humana, hemos llegado hasta este lugar donde parecería que lo hemos arruinado todo, que la profundidad de nuestras heridas es tan honda que no podremos sanar, pero sin embargo e inexplicablemente aún tenemos una esperanza.

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La risa, si sucede, nos dará coraje para abrazar la totalidad de nuestra experiencia de vida y reconocer al otro como "otro yo".